lunes, 15 de mayo de 2017

BALTASAR LOBO - ZAMORA

La vida, del que se iba a convertir en el escultor zamorano de mayor renombre internacional en el S.XX , arranca un 22 de Febrero de 1910 en el seno de una familia humilde de Cerecinos de Campos, Zamora. Ya desde la infancia, su espontánea habilidad para el dibujo y el modelado, así como su temprana y decidida vocación artística , dirigieron sus pasos por el camino de la escultura. Con 12 años entró como aprendiz en el taller del escultor-imaginero Ramón Núñez en Valladolid, a la vez que se iniciaba como modelador en la Escuela de Artes y Oficios. Gracias a una beca en 1927 puede continuar su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, donde también pudo asistir a las clases de Círculo de Bellas Artes, especializándose en la talla directa de la madera y el mármol. Durante estos años descubre con admiración la obra de los grandes artistas españoles del momento, Picasso, Dalí, Miró o Gargallo entre otros.

Su participación en la Guerra Civil en el bando republicano le obligará, cuando ésta concluye en 1939, a tomar el amargo camino del exilio junto a su esposa  Mercedes Guillén; se moverán por varias ciudades francesas hasta  fijar definitivamente su residencia en París.

En la capital del arte moderno entabla pronto amistad con Pablo Picasso y el escultor Henri Laurens, en cuyo taller trabajará unos años y de quién tomará su interés por simplificar las formas, su afición por los volúmenes curvilíneos, así como su concepto de estructuración poscubista de la escultura.

Durante la década de los 40 va a ir perfilando su estilo, empezará con una figuración muy simplificada en relación con las formas populares y con un cierto carácter arcaico, por Ej. “Ídolo” (1941), “Campesina” (1942); para continuar por caminos de creciente abstracción y depuración de las formas. Su deseo por indagar en el desnudo femenino se traducirá en una iconografía repleta de “bañistas” y “maternidades” y más tarde en los centauros y las ninfas. Así, a partir de los años 50 veremos un Lobo ya maduro con un lenguaje propio e inequívoco que aúna en sus esculturas la rotundidad de volúmenes con una gran perfección en el modelado de las formas, especialmente elocuente en las piezas realizadas en mármol y bronce pulidos, en las que el escultor aprovecha la plasticidad táctil y luminosa del material hasta obtener obras radiantes, dotadas de una bellísima y oscilante transparencia interior. Ej.: “Levante”(1962), “Al Sol” (1970).

El sentido monumental de su obra alcanzará su plenitud con 2 esculturas urbanas basadas en desnudos masculinos: “A los españoles muertos por la libertad” (1948), monumento en piedra que se levanta en Annecy y “ El homenaje al poeta León Felipe” (1983), bronce que encontramos en Zamora.

Desde muy pronto, a diferencia de lo que le pasaría en España, la obra de Lobo fue objeto de una importante difusión dentro de Francia recorriendo también galerías y museos  de ciudades como Praga, Bruselas, Luxemburgo, Zürich, Caracas o Tokio, lo que le otorgará desde los años 70 un lugar destacado dentro de la escultura contemporánea europea.

Hasta 1960, en que El Museo de Arte Contemporáneo de Madrid le organiza una retrospectiva, el escultor zamorano no pudo reencontrarse con su público, para el que había pasado demasiado tiempo desapercibido. Posteriormente la Galería Theo seguiría de cerca la trayectoria del artista.

Su reconocimiento internacional se tradujo también en numerosos premios y distinciones como el Premio André Susse de Escultura (1958), el Premio Jacques Lenchener (1974), el Premio Oficial de las Artes y  las Letras (Francia, 1981), la Orden Andrés Bello del Gobierno de Venezuela (1989) y la Medalla de Oro Susse Fréres Fondeul. Los galardones en España llegarían necesariamente tras el cambio político: el Premio Nacional de Artes Plásticas de 1984 y el Premio de Castilla y León de las Artes de 1985.

En la década de los 80 afortunadamente se estrecharon sus lazos con la tierra que le vio nacer y que él nunca quiso olvidar, así en 1984 podrá celebrar su primera exposición en Zamora y, dos años después, la VIII Bienal de esta ciudad, le dedicará una sala especial en homenaje a su fructífera trayectoria artística

Por desgracia la muerte le sorprenderá en París a los 83 años (el 4 de septiembre de 1993) cuando  estaba preparando, en colaboración con diversas entidades públicas y financieras, un ambicioso proyecto museográfico para la exhibición y estudio de su obra en  la capital zamorana, y que en un futuro no muy lejano esperamos se convierta en una total realidad; mientras se encuentra una ubicación definitiva, gracias al Patronato Baltasar Lobo podemos disfrutar de una exposición permanente de parte de su obra en la iglesia románica de San Esteban, acondicionada para tales efectos.

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