La
vida, del que se iba a convertir en el escultor zamorano de mayor renombre
internacional en el S.XX , arranca un 22 de Febrero de 1910 en el seno de
una familia humilde de Cerecinos de Campos, Zamora. Ya desde la infancia,
su espontánea habilidad para el dibujo y el modelado, así como su
temprana y decidida vocación artística , dirigieron sus pasos por el
camino de la escultura. Con 12 años entró como aprendiz en el taller del
escultor-imaginero Ramón Núñez en Valladolid, a la vez que se iniciaba
como modelador en la Escuela de Artes y Oficios. Gracias a una beca en
1927 puede continuar su formación en la Escuela de
Bellas Artes de San Fernando
en Madrid, donde también pudo asistir a las clases de Círculo de Bellas
Artes, especializándose en la talla directa de la madera y el mármol.
Durante estos años descubre con admiración la obra de los grandes
artistas españoles del momento, Picasso, Dalí, Miró o Gargallo entre
otros.
Su
participación en la Guerra Civil en el bando republicano le obligará,
cuando ésta concluye en 1939, a tomar el amargo camino del exilio junto a
su esposa Mercedes Guillén;
se moverán por varias ciudades francesas hasta
fijar definitivamente su residencia en París.
En la
capital del arte moderno entabla pronto amistad con Pablo Picasso y el
escultor Henri Laurens, en cuyo taller trabajará unos años y de quién
tomará su interés por simplificar las formas, su afición por los volúmenes
curvilíneos, así como su concepto de estructuración poscubista de la
escultura.
Durante
la década de los 40 va a ir perfilando su estilo, empezará con una
figuración muy simplificada en relación con las formas populares y con
un cierto carácter arcaico, por Ej. “Ídolo” (1941), “Campesina”
(1942); para continuar por caminos de creciente abstracción y depuración
de las formas. Su deseo por indagar en el desnudo femenino se traducirá
en una iconografía repleta de “bañistas” y “maternidades” y más
tarde en los centauros y las ninfas. Así, a partir de los años 50
veremos un Lobo ya maduro con un lenguaje propio e inequívoco que aúna
en sus esculturas la rotundidad de volúmenes con una gran perfección en
el modelado de las formas, especialmente elocuente en las piezas
realizadas en mármol y bronce pulidos, en las que el escultor aprovecha
la plasticidad táctil y luminosa del material hasta obtener obras
radiantes, dotadas de una bellísima y oscilante transparencia interior.
Ej.: “Levante”(1962), “Al Sol” (1970).
El
sentido monumental de su obra alcanzará su plenitud con 2 esculturas
urbanas basadas en desnudos masculinos: “A los españoles muertos por la
libertad” (1948), monumento en piedra que se levanta en Annecy y “ El
homenaje al poeta León Felipe” (1983), bronce que encontramos en
Zamora.
Desde
muy pronto, a diferencia de lo que le pasaría en España, la obra de Lobo
fue objeto de una importante difusión dentro de Francia recorriendo también
galerías y museos de
ciudades como Praga, Bruselas, Luxemburgo, Zürich, Caracas o Tokio, lo
que le otorgará desde los años 70 un lugar destacado dentro de la
escultura contemporánea europea.
Hasta
1960, en que El Museo de Arte Contemporáneo de Madrid le organiza una
retrospectiva, el escultor zamorano no pudo reencontrarse con su público,
para el que había pasado demasiado tiempo desapercibido. Posteriormente
la Galería Theo seguiría de cerca la trayectoria del artista.
Su
reconocimiento internacional se tradujo también en numerosos premios y
distinciones como el Premio André Susse de Escultura (1958), el Premio
Jacques Lenchener (1974), el Premio Oficial de las Artes y
las Letras (Francia, 1981), la Orden Andrés Bello del Gobierno de
Venezuela (1989) y la Medalla de Oro Susse Fréres Fondeul. Los galardones
en España llegarían necesariamente tras el cambio político: el Premio
Nacional de Artes Plásticas de 1984 y el Premio de Castilla y León de
las Artes de 1985.
En la
década de los 80 afortunadamente se estrecharon sus lazos con la tierra
que le vio nacer y que él nunca quiso olvidar, así en 1984 podrá
celebrar su primera exposición en Zamora y, dos años después, la VIII
Bienal de esta ciudad, le dedicará una sala especial en homenaje a su
fructífera trayectoria artística
Por
desgracia la muerte le sorprenderá en París a los 83 años (el 4 de
septiembre de 1993) cuando
estaba preparando, en colaboración con diversas entidades públicas
y financieras, un ambicioso proyecto museográfico para la exhibición y
estudio de su obra en la
capital zamorana, y que en un futuro no muy lejano esperamos se convierta
en una total realidad; mientras se encuentra una ubicación definitiva,
gracias al Patronato Baltasar Lobo podemos disfrutar de una exposición
permanente de parte de su obra en la iglesia románica de San Esteban,
acondicionada para tales efectos.
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